jueves, julio 19, 2007

Mateo 16, 24 - 25

El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda la vida por mí, la hallará. Y eso quiero. Así sea. Amén. Como quiero ir en pos de ti, he de negarme a mí mismo, tomaré mi libreto y lo seguiré. Tal cual sentenció La Monte Young, dibujaré una línea para seguirla. Siguiendo el Relato de Sergio Estepanski, jugaré mi vida, que ya, y desde siempre, llevo perdida. Lucas 5, 11: Y atracando a tierra las barcas, lo dejaron todo y le siguieron.

Lo dejaron todo. Simón y sus socios, Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, convencidos por la palabra, por una línea argumental desplegada por Jesús, aterrados y maravillados por una ficción que de forma intempestiva se convirtió en redes tan llenas de peces que amenazaban con hundir la barca en el lago de Genesaret, tras días de hambre y sin pesca; lo dejaron todo y le siguieron.

Pescadores. Pero yo odio el pescado, su olor, algunas veces cercano al de los coños y sin embargo repulsivo, muy diferente a ese que algunos días percibo en mis dedos, en mi polla y casi siempre en mi propia cara. Pero el olor del pescado, algunas veces parecido a aquél, es muy diferente, siempre repulsivo, asfixiante, un olor de muerte, de células que empiezan a desestructurarse, de proteínas en descomposición.

Y no es sólo el pescado. También es Jesús. La envidia de Jesús, de que su vida y su muerte redimieran a toda la Humanidad, de que las mujeres lo adoren y le sequen los pies con frondosas cabelleras, de rodillas y llenas de amor, de que Él pueda exhibirse semidesnudo en una cruz, en el trance carnal de la pasión por la cual es adorado, en un éxtasis eterno, mientras mi pasión se extingue en silencio, sin un interlocutor distinto a mis neurosis y paranoias. Cómo seguir a Jesús si todos lo siguen ciegamente. ¿Cómo pretender entrar al baile de la comuni(caci)ón con el mundo si todos quieren bailar con Jesús, pero nadie quiere bailar conmigo, según afirma una de mis canciones favoritas de los noventa? ¿Cómo y para qué seguir a Jesús si Jesús lo tiene todo, al Padre y al Hijo, y sobre todo al Espíritu que siempre me ha hecho falta para al menos ser humano? No puedo seguir a Jesús porque he bebido la leche del mal, la leche negra de la separación, la de Aher, la de Celan en medio de la guerra. Estoy lejos de mis hermanos, que ya no me reconocen.

Pero sigo siendo casi un hombre. Aquí sentado, incrustando los dedos torpemente en el teclado del computador, intentando pescar algo que valga medianamente la pena en mi pobre arqueología personal. Algo que les pueda decir mirándolos a los ojos, sin esconder lleno de vergüenza la cara entre las manos. Algo con lo que pueda sacar el tronco de mi ojo. Pesco y me pesco, aunque no haya subienda, aunque el barro me asfixie y el sol me queme. Si eso es un hombre, soy casi un hombre. Y me estoy pescando para ustedes. Por el espectáculo mediocre de una mala vida expuesta a la mirada de un público bulímico.

¿Se aburren? No tanto como yo. ¿Se sienten hastiados? Me alegra. ¿Lamentan haber perdido el tiempo que pudieron dedicar a ver Los tacones de eva leyendo estas páginas? Vayan a ver Los tacones de Eva y déjenme solo. Déjenme pescar solo.

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